sábado, 21 de julio de 2007

Le pedís su número de teléfono, no sin antes decirle que es la mujer más hermosa que viste, y no querés dejar de verla. Ella te dice que le des el tuyo, tras lo cual le das de inmediato una de las tarjetas personales que tu jefe tuvo el tino de hacerte un día y que no usaste casi nunca. Ella la guarda en su bolsillo, y promete que en la semana te llama. Le preguntás su nombre, y te lo dice. Se llama María.

A partir de ahí, comienza la espera y la tortura. No sabés bien porqué, pero no podés pensar en otra cosa. Por momentos te maldecís por no haberte bajado e invitarla a tomar un café, y por momentos confiás en que va a llamarte.

Para el jueves, cada vez que suena el teléfono corrés, y ni siquiera almorzás fuera de la oficina, por si ella llama. "Ésta es María", pensás cada vez que la recepcionista de voz chillona atiende la central. Pero, una y otra vez, el resultado es adverso. Te llamaron tu mamá, tu hermana la casada, tu hermana la soltera, y hasta tu vecino para decirte que tu perro no lo dejó dormir la siesta, pero no María.

Odiando al mundo, decidís revolear las tarjetas personales a la merda, y, cuando las agarrás, caés en cuenta de que tienen un error de imprenta.

Sí, tienen equivocado el número de teléfono!!!!!!!!!



No te preocupes. No sos un Latin Lúser. Sólo sos un nabo que no chequea sus tarjetas personales cuando vienen de la imprenta. Ahora sabés porqué no sólo ella, sino los catorce potenciales clientes a quienes se las diste... ¡¡Jamás te llamaron!!